lunes, 6 de agosto de 2012

BULLICIO JUNTO AL TRONO

Leí esta linda oración por mujeres de la Biblia "VIVE TU FE" y quise compartirla con Uds.:

«Y miré, y oí la voz … de los seres vivientes, … y su número era millones de millones, que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza» (Apoc. 5:11-12).



«… oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos» (Apoc. 5:13).



«Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: … tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje y lengua y pueblo y nación; y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes y reinaremos sobre la tierra» (Apoc. 5:9-10).



«… Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos» (Mat. 19:14).



Mi oración por los niños



Mi Señor y mi Dios:

En estos últimos días releí estas palabras tuyas. Sin pretenderlo, mientras buscaba un mensaje para mí, me topé con ellas. No puedo apartar esas frases de mis pensamientos. Vuelven a mi mente una y otra vez. Están llenas de fuego, de pasión; parecen encender mi corazón.

¿Padre amado, qué quieres de mí?

Entonces volví a escuchar tu llamado −ardiente, ineludible, apasionado−, que me impulsa a salir a buscar a los niños que desfallecen sin ti en las calles de todas las ciudades y que me inspira a hablarles de ti. Tu llamado es siempre cautivante, irresistible, ineludible.

Tengo que ir, tengo que buscarlos y guiarlos a ti, mi amado Salvador. Que los niños se deleiten en ti como lo hago yo, que te conozcan desde los primeros años de su vida como me sucedió a mí. Que sean bendecidos desde pequeños… ¡como lo fui yo! Gracias, Señor porque en tu enorme misericordia me hiciste nacer y crecer en un hogar lleno de tu presencia.

Sé que no queda mucho tiempo. Pronto llega el grandioso día en que iremos a vivir contigo. ¡No puedo imaginar cómo será ese momento sublime! Mi trabajo entre los niños habrá terminado. Sin embargo, Señor, quisiera me concedas un último deseo, un anhelo profundo que hace arder mi corazón de emoción. Pido que en tu gracia me otorgues, Papá, guiar por las calles del cielo a montones incontables de niños y llevarlos ante tu presencia. Y allí verlos arrodillarse a tus pies, adorando al único que es digno de toda nuestra adoración. Ansío entonces, Señor, que me tomes de la mano y me lleves a un lugar desde donde pueda apreciar cada detalle de ese espectáculo magnífico.

Quiero ver ese día a millones de millones de niños entre la multitud, corriendo en torno al trono del gran Dios. Niños que salten por aquí y por allá, que jueguen y se cuelguen de tu cuello, que te abracen rodeándote con sus pequeños bracitos y te apretujen con todas sus fuerzas. Quiero ver tu rostro, tus manos y tus pies, Señor, humedecidos por tanto beso afectuoso de niños y niñas expresándote todo su amor. Quiero escuchar el ensordecedor bullicio proveniente de infinidad de pequeñas gargantas que proclaman su adoración a los cuatro vientos. Quiero ver sus saltos, sus danzas, sus explosiones de alegría, vivando a su Salvador.

Quiero que estén todos los niños. ¡Que no falte ni uno! Que estén los niños pobres y los ricos, los enfermos y los sanos, los inteligentes y los menos dotados, los niños especiales, los sufrientes y los felices, los carentes de educación y los educados, los abandonados y los protegidos, los limpios y los sucios, los malos y los buenos. Que estén allí todos los niños de mi familia, los de mis amigos, los de mis seres queridos. Que estén todos los niños de mis hermanos en la fe, los de mi manzana, de mi barrio, de mi ciudad, de mi país. Que estén los niños de toda raza, lengua, pueblo y nación. Absolutamente todos.

Quiero haber tenido algo que ver con tanto niño presente allí en el cielo.

Te necesito, mi Señor, para lograrlo. Necesito tu unción, tu poder, tu autoridad, tu sabiduría, tus fuerzas, tu victoria, tu guía. Necesito tus palabras en mi oído instruyéndome; tu presencia en mí llenándome. Necesito que vuelvas a levantarme cuando mis fuerzas y mi ánimo decaigan, cuando las cosas no resulten como espero. Necesito de ti para hacer la obra que me has encomendado. Te necesito, Señor. Sin ti, no puedo. Sola no me animo y no es posible.

Prepárame para que cada día dedique mi tiempo a buscarlos, para que destine mis fuerzas y todo mi ser, no importa que los años pasen y se me vaya la vida. Quiero permanecer fiel en clamar por los niños durante horas, y en apartar con generosidad y responsabilidad mi ofrenda para extender tu reino entre los pequeños.

Transfórmame, para que los deje venir a ti con mis palabras, mis actitudes, mi ejemplo y mi enseñanza. Que con mis palabras, y aun sin ellas, los niños que me rodean puedan conocerte a ti. Deseo aprovechar cada oportunidad −sin dejar pasar ninguna− de hablarles, hacer cosas por ellos y amarlos, demostrándoles tu amor.

Sopla en mí tu aliento de vida otra vez para que pueda soplarlo en los niños; para inspirarlos y atraerlos hacia ti; para enseñarles a amarte por sobre todo y todos; para que sólo quieran alabarte y adorarte.

Que no los menosprecie, que no los tenga en poco, que no los ignore. Que no sea piedra de tropiezo, ¡que nada de lo que haga les impida llegar a ti!

Cuando esté en tu divina presencia en el cielo me rendiré a tus pies y permaneceré largo rato postrada, mi amado, en adoración. Y quiero decirte: «Acá están, Señor, los niños que me has encomendado, no falta ninguno. Oré por ellos, los busqué, les hablé de ti, les indiqué el camino, les mostré cómo eras, les enseñé a amarte y aquí están, estos son. Esta es mi ofrenda para ti, Señor».

Hoy, Papá del cielo, te doy gracias, ¡mil gracias! porque en este día me has dado una nueva oportunidad y otro niño a quien mostrarle tu amor. Dámela mañana otra vez y también pasado. Llévame hacia otros niños que te necesitan, abre mis ojos para que pueda verlos, mis oídos para escucharlos, mi boca para hablarles de ti. Dame de tu compasión.

Llama a mis hermanas de todo el mundo, pon tu fuego en sus corazones, revístelas con tu Santo Espíritu, dales tus dones para llevar a todos los niños a tus pies. Dulce Espíritu de Dios que amas a los niños, derrámate en cada hija tuya recubriéndola de ti. Que cada vez seamos más y más los consagrados a buscar a los niños que, junto a nosotros, te brinden eterna adoración. Cumple tu propósito en cada uno, cumple tu propósito en mí.

En el nombre del Señor Jesús, mi amado Salvador, la razón de mi vida. Amén.

2 comentarios:

Noemi dijo...

Bendiciones.
www.creenjesusyserassalvo.blogspot.com

Equipo de YOJAIRA VILORIO dijo...

Amen Amada del Señor! bendiciones!!

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